Los profesionales de la salud que nos
dedicamos a trabajar con pacientes que presentan enfermedades
neurodegenerativas sabemos el importante papel que juega en la ralentización
del proceso la reserva cognitiva del paciente. Entendemos por este concepto, la
capacidad del cerebro adulto para compensar y optimizar su funcionamiento ante
los procesos de envejecimiento, incluso para contrarrestar los daños en
estadios leves de enfermedades neurodegenerativas. A diario vemos en nuestra
clínica como aquellas personas que han
tenido más años de escolarización mantienen durante más tiempo sus capacidades
cognitivas a pesar de estar diagnosticados de enfermedades tan devastadoras
como la Enfermedad de Alzheimer. Hoy encontramos un nuevo estudio que apoya
esta postura.
Un equipo de Neurociencias de la Universidad de Barcelona (UB) liderado por el
profesor David Bartrés-Faz, ha
llevado a cabo un estudio para tratar de delimitar la importancia de este nivel de escolarización como factor protector del
cerebro en el envejecimiento. En el estudio han participado 122 personas
cognitivamente sanas (87 mujeres y 35 hombres) con una edad media de 68,2 años.
En este estudio, han identificado mediante resonancia magnética que aquellas
personas de edad avanzada con quince o más años de educación formal presentaban
mayor espesor cortical del lóbulo
frontal (en regiones prefrontales como el cingulado anterior y la corteza
orbital). Los datos obtenidos en este estudio, junto con un estudio posterior a
nivel molecular del mismo equipo, muestran evidencias a favor de estudios
previos que apuntaban como decimos a la educación como uno de los factores
protectores frente al envejecimiento por su capacidad para modular los
mecanismos de plasticidad cerebral.
Las funciones que desempeña esta zona
frontal del cerebro son diversas, pero se considera el lóbulo de mayor importancia “funcional” en el ser humano. Las zonas
que en dicho estudio han sido relevantes son responsables de procesos tan
importantes como procesos atencionales y motivacionales, de resolución de
problemas, control de la afectividad o adaptación de nuestra conducta en
función del contexto.
Según Bartrés-Faz, “Lo que observamos es que, en comparación
con el resto de regiones de la corteza cerebral, las áreas donde las personas
con altos niveles de educación presentan más grosor cortical están
caracterizadas por una sobreexpresión de familias de genes implicadas en la
transmisión sináptica —y, por tanto, en mecanismos de plasticidad cerebral—,
así como de familias de genes involucrados en las respuestas inmunológicas». Bartrés-Faz explica además que «las evidencias moleculares identificadas referentes a la
sobreexpresión de familias de genes vinculadas a los sistemas de
neurotransmisión sugieren efectivamente dicho efecto».
Una vez más, esto nos anima a seguir
recomendando una vida activa física, cognitiva y socialmente para proporcionar
un envejecimiento cerebral saludable que nos permita una mejor calidad de vida
a medida que cumplimos años.
Raquel Gutiérrez Gilarranz
Psicóloga Especialista
en Neuropsicología
Unidad de Memoria y Entrenamiento Cerebral
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